Como Marta y María…

El lamento más frecuente de los cristianos se refiere precisamente al tiempo: «Tendría que rezar más…; quisiera hacerlo, pero a menudo me falta el tiempo». Lo oímos continuamente. El pesar es sincero, ciertamente, porque el corazón humano busca siempre la oración, incluso sin saberlo; y si no la encuentra no tiene paz. Pero para que se encuentren, hay que cultivar en el corazón un amor «cálido» por Dios, un amor afectivo.

El espíritu de oración restituye el tiempo a Dios, sale de la obsesión de una vida a la que siempre le falta el tiempo, vuelve a encontrar la paz de las cosas necesarias y descubre la alegría de los dones inesperados. Buenas guías para ello son las dos hermanas Marta y María, de las que habla el Evangelio que hemos escuchado. Ellas aprendieron de Dios la armonía de los ritmos familiares: la belleza de la fiesta, la serenidad del trabajo, el espíritu de oración (cf. Lc 10, 38-42).

No os olvidéis de leer todos los días un pasaje del Evangelio. La oración brota de la familiaridad con la Palabra de Dios.

Fuente: Audiencia General de Papa Francisco el 26 de agosto de 2015

Imagen: «A los pies de Jesús», de Nathan Greene